Hace ya una década aterrizó en España un nuevo modelo socioeconómico de gestión empresarial que llevaba más de treinta años introducido en los países más desarrollados del mundo: la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Y es que el modelo económico clásico que postulaba que la única responsabilidad social de la empresa era incrementar los beneficios de sus accionistas ya entró en debate hace mucho tiempo.
Se trata de una nueva tendencia empresarial en la que las empresas ya no tienen como único objetivo la maximización de los beneficios y de la capacidad económica de sus accionistas, sino también la mejora de su rendimiento financiero, el aumento de la fidelidad de sus clientes y la reputación de su imagen corporativa. Una responsabilidad adicional para que la sociedad tenga conocimiento de la diferencia de la oferta que hay en el mercado. Una “obligación” de la propia empresa para que, tanto ella misma como sus componentes, sean responsables con lo que producen, con lo que venden y compran, con sus empleados, clientes y proveedores, con su entorno cercano, con el medio ambiente.
Es cierto que, ante la crisis mundial actual, muchas compañías están recortando este tipo de inversiones, hecho totalmente razonable en medio de la incertidumbre económica y social imperante. Pero también es cierto que la crisis no afecta sólo a este tipo de gastos, sino a todas las políticas y presupuestos de una empresa.
Actuar como una empresa responsable no tiene por qué ir asociado al aspecto económico, sino a un modo de gestión y de optimización de los recursos, al establecimiento de un diálogo con los grupos de interés. La RSC ya no es una moda. La crisis la ha hecho madurar, la crisis ha demostrado que la apuesta por ser una organización responsable es simplemente una forma de hacer las cosas correctamente, una garantía para crecer cuando el mercado lo consienta y protegerse cuando el sistema cojee.
Es posible que una buena imagen de marca tarde años en crearse, pero más posible aún es que en sólo unos días sea demolida. Luego, devolver la credibilidad al consumidor y a la sociedad no será nada fácil. Madurar es opcional, y las empresas socialmente responsables que siempre creyeron en sus acciones y compartieron sus experiencias dan ahora muestras de fortaleza y seguridad, han madurado. Las otras ya envejecieron.