Una epidemia es un contratiempo muy serio. Imagina que un gran número de habitantes de una ciudad queda incapacitado temporalmente, en el mejor de los casos, para desarrollar su vida normal. La actividad económica se paraliza, los centros médicos se saturan, las personas más delicadas están en grave peligro y el pánico se hace dueño de la situación.
Actuar pronto es fundamental para prevenir la propagación de la enfermedad y minimizar los daños todo lo posible, pero también es fundamental concienciar a la población para que estén siempre prevenidos. En ambos casos, es necesaria una comunicación especialmente eficaz.
La epidemia de verdad y la enfermedad del terror
Todos recordamos cómo en 2014 el ébola abría los informativos y ocupaba todas las portadas. La enfermedad, que dejó más de once mil víctimas mortales, traspasó el continente africano y se produjeron infecciones en los países occidentales a causa de algunas repatriaciones. ¿Recuerdas cuántos casos de infecciones hubo en Europa y Estados Unidos y cuánto pánico reinaba en la esfera mediática? El miedo al ébola fue casi infinito y probablemente desproporcionado; los casos de infecciones en países occidentales, solo tres.
Personal sanitario en la repatriación de un infectado de ébola. Fuente.
A nivel de comunicación se produjeron graves errores, como la tardanza de la OMS en declarar la epidemia o la falta de respuestas contundentes y tranquilizadoras de las autoridades sanitarias. En los países africanos más afectados, el virus empezó a controlarse tras educar a la población en que había que aislar a los infectados y realizar enterramientos seguros. Un verdadero éxito comunicativo.
La crisis del ébola fue un caso paradigmático sobre cómo no gestionar una crisis de esta magnitud desde el punto de vista de la comunicación. Es fundamental que la información fluya para que se puedan establecer medidas de prevención, pero un clima de excesiva alarma social solo sirve para que las autoridades cometan más errores.
El big data como aliado impredecible
No cabe duda que el big data es una herramienta valiosísima en múltiples facetas de la vida, como por ejemplo en la salud. Uno de sus usos es el de detectar epidemias cuando se producen los primeros indicios, una proeza que Google lograba con una herramienta que terminó en fracaso.
Se trataba de Google Flu Trends, un servicio que se basaba en las búsquedas de palabras de los usuarios. En nuestros días, es muy habitual acudir a internet para buscar ciertos síntomas antes que acudir a un médico o a ese familiar que entiende de pastillas. Esas búsquedas eran contabilizadas por localización geográfica y se utilizaban para detectar posibles epidemias. En 2008, Google Flu Trens acertó con gran precisión los datos de incidencia de gripe en cada región de Estados Unidos. Por desgracia, los datos de años posteriores eran cada vez más inexactos y en 2015 se creyó oportuno cerrarlo.
Google Flu Trends dejó de ser útil en apenas 5 años. Fuente.
La supuesta inutilidad final de Google Flu, achacada a varias causas como los cambios del algoritmo, la función de autocompletar o la evolución del perfil del usuario medio de internet, no es excusa para descartar el big data como herramienta útil para la prevención de epidemias. Tan solo hay que afinar mejor los cálculos y complementarlo con las técnicas tradicionales de recopilación de datos
Esos famosos nos quieren matar a todos
Otra parte fundamental para la prevención de enfermedades y epidemias es la vacunación, que está muy en entredicho en ciertos ámbitos donde la falta de formación científica es evidente. En los últimos años han surgido movimientos que alarman sobre supuestos perjuicios de las vacunas y difunden sus ideas en las redes sociales o en los programas del prime time.
Personas famosas muy influyentes como Oprah Winfrey, Jim Carrey, Tom Cruise, Chuck Nurris o Gwyneth Paltrow (esta última se apunta a todas las pseudociencias) han servido de altavoz mediático contra la salud pública. En algunos países, el movimiento antivacunas está teniendo tanta influencia que ya se están produciendo epidemias de enfermedades que estaban prácticamente erradicadas. En España, por ahora, la incidencia de los antivacunas no es especialmente grave, aunque también existen propagadores de bulos.
Incidencia del sarampión en Europa en relación con la vacunación. Fuente.
Para solucionar esta peligrosa tendencia, es fundamental educar sobre la realidad de las vacunas y no tener reparos en desaprobar a cualquier charlatán. Lamentablemente, profesores y divulgadores de ciencia se quejan del excesivo poder mediático de estos famosos, que pueden casis sin esfuerzo influir negativamente en la salud pública.
Esperemos que no haga falta una gran pandemia para concienciar a todo el mundo sobre la importancia de estar preparados.