Mi hijo acaba de cumplir dos años. Lo confieso, me tiene embelesado. Parece mentira que hace apenas 730 días no fuera más que un recién nacido que no podía casi ni enfocar la mirada. Hace 17.500 horas mi pequeño no sabía nada acerca del mundo que le rodea y hoy ya es capaz de palpar, de reconocer gente, de apreciar un regalo y de enfadarse cuando no le gusta algo.
Como todos los niños, tiene una valentía con la que ya nos gustaría contar a los mayores. Aunque se ha llevado algunos golpes fortuitos, ninguno de ellos ha sido de gravedad por lo que, cuando va corriendo por la casa, ni siquiera teme darse de bruces con el marco de la puerta o tropezarse con un mueble. A veces, en el parque, los niños mayores le hacen alguna zancadilla pero él se levanta, les mira con su expresión simpática e inocente y sigue correteando, divertido. Le encanta perseguir a las palomas, aun a sabiendas de que estas emprenderán el vuelo en cuanto él se acerque. Pero se divierte sólo con el hecho de sentir por un momento que las va a coger. Mi pequeño es feliz por naturaleza.
Por la noche, cuando duerme, no tiene las preocupaciones que nos aturden a los mayores. Él cierra los ojos y sueña. Seguramente, en esos momentos es un superhéroe que acude volando al rescate de los menos favorecidos. Y su padre, su madre y yo sabemos que el hecho de soñar con eso ya es el primer paso para conseguirlo. Somos conscientes de que, tarde o temprano, conseguirá realizar sus deseos. De hecho, ya lo está haciendo; son pequeños grandes logros en su corta pero intensa vida.
Mi hijo es un niño afortunado. No todos pueden decir que tienen dos padres y una madre. Quizás por eso, a veces nos cuesta decidir si tenemos que regañarle cuando hace alguna trastada, o si se puede acostar más tarde. Pequeñas decisiones como darle o no chocolate generan a veces un debate entre sus progenitores, porque la educación durante sus primeros años es fundamental para los siguientes; sin embargo, todo lo que hacemos es por su bien y para que crezca sano, feliz y nos haga estar orgullosos de él. De hecho, ya lo estamos.
Han pasado ya dos años y recuerdo como si fuera ayer cuando decidimos tener este hijo. Los nervios, las incertidumbres, las preguntas del tipo “¿y si no somos capaces de criarlo bien?”. Sin embargo, el día que realmente nos sentimos padres de una criatura que respiraba por sí sola, que sentía y que tenía su propio nombre y apellidos, fue en la campaña que hicimos para el Colegio de Ópticos de Andalucía en la que esta entidad denunciaba la venta ilegal de gafas premontadas. A partir de ese momento, Seis60 Comunicación había nacido y sus tres padres, José Luis, Alicia y Borja supimos que tendríamos que cuidar de nuestro pequeño como si de un hijo se tratara, lo que nos traería preocupaciones, dolores de cabeza e incluso noches sin dormir cuando estuviera resfriado. Pero también éramos conscientes de que nos traería alegría, felicidad, plenitud y, sobre todo, la satisfacción de haber aportado algo nuevo a este mundo.
Hoy, Seis60 cumple dos años y sus tres progenitores lo hemos celebrado como se merece… Trabajando. Es la única manera que conocemos para que, lo que un día fue un sueño, se convirtiera en proyecto, de ahí en empresa y que esta no deje de hacerse fuerte. Trabajando, pensando, creando, imaginando que somos capaces de volar. Y poco a poco lo estamos consiguiendo.
¡Y que cumplas muchos más!
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