Últimamente se pueden encontrar en Internet todo tipo de campañas y noticias alarmantes, algunas incluso agobiantes, sobre el peligro que supone la red en cuanto a la difusión de imágenes de niños y los riesgos que conllevan los hábitos de los menores en ella. La mayoría hacen referencia al cuidado de los hijos como principal reclamo.
Por ejemplo, la campaña de la ONG ‘Innocence in Danger’, donde los ojos de los niños aparecen sustituidos por bocas que gritan, a la vez que se pregunta ‘¿Sabes qué están viendo tus hijos ahora en Internet?’.
O el vídeo de Unicef, donde un hombre vestido de algodón de azúcar pasea por un parque y los niños se le acercan en masa, dando a entender a los padres, que están en el propio parque, la facilidad que tiene un pederasta para interactuar con los más chicos.
Sin embargo, es el artículo ‘Aquella vez en que una foto de mi hija se hizo viral‘ el que puede parecer más chocante, además de turbio. Se trata de una madre que denuncia la viralidad que alcanzó la foto de su hija, al mismo tiempo que contribuye a esa viralidad y donde aprovecha para promocionar su novela.
En mi opinión, creo que es obvio que hay que tener cuidado con los menores, pero que todo debe seguir un proceso de sentido común. Ni un niño de 10 años debería tener acceso libre y total a Internet para compartir contenido con extraños, ni debería jugar en un parque sin vigilancia. Creo que, más que en el miedo y la alarma, se debería concienciar a la sociedad en general, y a los padres en particular, sobre la necesidad de educar a sus hijos en una buena conducta digital, y que fueran ellos mismos los que orientasen a los menores en las pautas a seguir.