Ante la proliferación de numerosas redes sociales, para muchas personas los blogs han quedado relegados a un segundo plano, forman parte del pasado. Sin embargo, un blog es como el diario que escribíamos de pequeños, cuando relatábamos todas nuestras hazañas, nuestras metas y sentimientos día a día, ese cuaderno de bitácora que nos acompañaba en todas nuestras etapas.

Podríamos decir que los blogs son, de forma aparentemente contradictoria, la parte más humana de la tecnología. Una web corporativa puede ofrecer información útil y comercial, pero impersonal y unidireccional, de una empresa. Un blog, por el contrario, muestra la parte más humana de una corporación. Permite profundizar en cualquier tema que nos preocupe o, simplemente interese, y ofrece la oportunidad de generar diálogo con el lector. Pero, sobre todo, el blog permite obtener información de los que pueden ser nuestros clientes.

No se trata de convertir este “cuaderno” en un libro de relatos, sino de humanizar la empresa o institución a través de una plataforma que permite opinar, tanto por parte del emisor como del receptor, y que aspira a convertirse en una fuente de ideas para sus creadores. Eso sí, siempre dependiendo del contenido que regalemos a los lectores. Si el post es bueno, recibiremos un premio, un comentario a cambio.

Y así funcionan las cosas hoy en día. Si das, recibes. Si recibes, creces. Y si creces, triunfas.

El desarrollo de las nuevas tecnologías, aunque normalmente significa el fin de una etapa, siempre es positivo. Sin embargo, no siempre es necesario acabar con “algo” porque exista otro “algo” más innovador. Las redes sociales están aquí y están pisando fuerte, pero aún no han suplido las posibilidades del blog. Cada plataforma tiene su función, ¿por qué olvidar o eliminar cualquiera de ellas?