La Noria ha sido el nuevo foco del fenómeno de las crisis de imagen engendradas en las redes sociales. El programa de Telecinco, que emitió el 29 de octubre una entrevista con Rosalía García, madre de El Cuco (menor condenado por encubrimiento en el caso Marta del Castillo), ha desatado la furia de usuarios de redes sociales, que reclaman venganza por el grado de sensacionalismo al que llega la televisión. El fenómeno podría haber pasado relativamente desapercibido si no fuera porque ha perdido sus importantes anunciantes, que han optado por desvincularse ante una situación que les podría pasar factura.
Seguramente, si los directivos hubieran optado por una solución acorde al problema, es decir, en clave 2.0, hasta podría haber salido reforzado su estilo de hacer televisión y su programa, y pronto recuperarían sus ingresos por publicidad. Si en lugar de patalear y acusar hubieran asumido parte de la culpa y admitido que hay ciertos límites, que no se paga a alguien porque su hijo sea un presunto delincuente, las redes sociales previsiblemente hubieran rebajado su ataque, como ya han hecho en otras situaciones parecidas (Donettes, Domino’s Pizza).
Sin embargo, el fenómeno de las crisis de imagen de grandes empresas espoleadas desde las redes sociales ha dado un paso más en el caso de La Noria. Mientras hasta ahora el problema se centraba en la capacidad para restar clientes por la mala imagen asociada –un proceso lento y sin un cariz revolucionario-, con La Noria el efecto se ha hecho mucho más directo. Esta vez, la reacción ha sido inmediata porque el problema no se centraba en la bajada de espectadores (que en realidad subieron el fin de semana siguiente al inicio de la crisis), sino en el sustento del negocio: los anunciantes. En su mayoría, grandes empresas muy cuidadosas con su imagen, pues conocen perfectamente los estragos que supone este nuevo fenómeno. Por ello, rápidamente se desvincularon de la situación para salvaguardar sus propias marcas y de paso envestirse de algunos valores, y retiraron su publicidad del programa. La situación ha pasado a ser dramática y Telecinco se plantea si cerrar el programa ante las cuantiosas pérdidas.
Esta vuelta de tuerca de la capacidad de influencia de las redes sociales hace plantearse varias reflexiones. Quizás la más importante es si verdaderamente las nuevas tecnologías de la comunicación tienen ese componente revolucionario que a veces se les ha otorgado y de las que sólo se han dado pequeñas muestras. La otra gran reflexión es si de verdad estamos a las puertas del principio del cambio de un sistema que llegó a ser imbatible: el de la espectacularización de la de la televisión.
Lo que sí parece claro es que la nueva sociedad 2.0, estructurada en torno a las redes sociales, está ganando una lucha con pequeñas batallas. Ahora las empresas ya no pueden jugar a aparentar que son ejemplares, sino que tienen limar su propia esencia hasta conseguir que no haya por donde cogerlas de cara a la galería mediática. Quién sabe si la insistencia permanente e inmisericorde de los usuarios de redes no conseguirá finalmente hacer el sistema un poco más trasparente.
Jesús Caro