Siempre ha existido la eterna pregunta sobre si la persona creativa nace o se hace. Sin embargo, una vez más y sin ir más lejos, la historia tiene la respuesta. La humanidad ha evolucionado a lo largo de los siglos gracias a la generación continua de ideas y a la invención de objetos que la propia necesidad ha obligado a desarrollar.

Al igual que el resto de habilidades de los seres humanos, como comunicar, correr o cantar, “crear” es también es una capacidad que se adquiere y desarrolla con el entrenamiento y, mucho más, cuando existe una insuficiencia.

En un contexto como el actual, en el que conviven multitud de ideas materializadas que no tienen cabida en un mismo mercado, resulta imprescindible diferenciarse para poder sobrevivir. Una necesidad tan importante como ésta es la que requiere el desarrollo de atributos como la valentía para arriesgar, la intuición, la imaginación y la expresividad, valores existentes en el interior de todo ser humano que permanecen ocultos mientras no hay algo que los despierta.

Cuando se produce un momento de inestabilidad, toda persona activa su creatividad para salir de la situación, mientras que cuando se encuentra estable, la capacidad creadora permanece en silencio. Tener el valor de probar y llevar a cabo ideas nuevas que nuestro pensamiento lógico nos dice que pueden triunfar es la clave para crear nuevas ideas que nos hagan ser distintos, ofrecer un valor añadido. Es ahora, cuando la crisis económica aprieta y se agudiza la importancia de subsistir, cuando debemos despertar este sentido.

Dicen que el hambre agudiza el ingenio. Y es que, en realidad, todos y cada uno de nosotros somos creadores, sólo hace falta que nos despierten la necesidad de serlo.